jueves, 26 de diciembre de 2013

"Mis regalos de Navidad". Por Daniel de Culla. Especial Navidad


Más vale antes que después, me dije
Pues no podía esperar a Reyes, mi parienta
Ni a ese día mágico de regalos
Decidiendo coger el mío
Colocado al pie del árbol
Delante de una copia del retablo
De la Capilla de los Sastres
Labrado en piedra
De la catedral de Tarragona.

Los niños, niña y niño
Corrían uno detrás de otro
Queriéndose quitar los cromos
Del rey Don Martin.

Del árbol colgaba una felicitación
Con la estampa de santa Tecla entre llamas
Sostenida por ángeles
Que la niña besaba
Haciendo tarreña
Con cada una de las dos cejuelas que
Metida entre los dedos
Y batiendo una con otra
Hacen un ruido acorde.
Un angelito riente
Colgaba de la copa del pino
Hecho de tartán
Especie de tela de algodón afelpado.

Abrí mi regalo:
Oh, sorpresa ¡Qué alegría¡
Me habían regalado donde más me duele
Y tengo afición:
Dos películas: “Cautivos del Mal”
Y “El Mayor Espectáculo del Mundo”
De mi artista más amada, soñada
Y preferida:
Gloria Grahame




Por Daniel de Culla, poeta. Club literario "Vidas de Tinta y Papel".


"Bajo el muérdago". Por Cristina. Especial Navidad


Entré, sonreí, la vi, me sonrojé, me acerqué, le miré, me miró, sonreí y ella sonrió. Me sonrojé, se sonrojó, tartamudeé, ella no. Se puso de puntillas, me besó. Me dejó atónito; enamorado. Le miré, me miró. Me acerqué, ella no huyó. Cogí su mano y la besé con amor.

―Bella dama, hermosa flor, sea mi amada desde el día de hoy, por favor.―

Entré y la vi, bajo el muérdago
Me acerqué y le sonreí, bajo el muérdago
Me miró y sonrió, bajo el muérdago
Me sonrojé y tartamudeé, bajo el muérdago
Ella rió, se puso de puntillas y me besó, bajo el muérdago
Se dio la vuelta y se fue dejándome enamorado, bajo el muérdago.


Por Cristina, escritora y blog novela. Club literario "Vidas de Tinta y Papel".

"Sin luces de colores". Por Ivet Sarkis. Especial Navidad


Nochebuena.

—Son 20,80. —Cojo mi cartera mientras la dependienta empieza a envolver el regalo. Le tiendo el dinero y espero el cambio.
 —Gracias, que pase una  buena noche.
—Gracias. —Recojo la bolsa con el último regalo que me faltaba. Salgo de la tienda mientras observo las hermosas calles adornadas con preciosas luces de colores parpadeantes y adornos navideños. La gente anda por las tiendas en busca de los últimos regalos. Llego a casa derrotada, esta ha sido una semana de locos, aunque ver la cara que se les pondría a todos al ver los regalos que les había comprado me enorgullecía. Los escondo en mi habitación y me preparo para volver a salir. Llego a la gran plaza del pueblo donde me encuentro con Sarah, mi hermana pequeña e Izan, mi mejor amigo al lado del gran árbol esperando cola para poder pedir su deseo.
—¿Lleváis mucho tiempo esperando? —Les pregunto mientras observo como Sarah sujeta aquel pequeño papel.
—Justo veinte minutos antes de que llegaras. —dijo mirando el reloj y cogiéndome por la cintura dándome un beso en la mejilla.
Mi hermana se rió por lo bajo.
—Bueno, y ¿Dónde estabas? Te hemos visto antes salir de la tienda de regalos, pero no te pude saludar porque Izan me llevó corriendo para que no tuviéramos que esperar cola aquí, pero ya ves, nos ha dado igual.
Intento pensar una manera de contestarle, me agacho a su altura colocándole un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Estaba preparando los regalos para que Santa lo tuviera todo listo.
—¿Por qué?
Izan me ayudó a contestar.
—Es que uno de sus duendes se puso enfermo y tu hermana accedió a ayudarlo. —Le respondió guiñándome un ojo.
—¿En serio has conocido a Santa Claus?  Que guay. Ya estoy deseando que llegue mañana para ver los regalos que me va a traer. ¿Le habrás dicho lo que quiero, no?
—Sí, tranquila —Sarah guarda su deseo en el bolsillo y se va —. ¿Adónde vas?
—Me voy a la atracción del tren, ya vendré cuando haya menos cola. ¿Me acompañáis? —Izan se unió a Sarah.
—Id vosotros, yo iré a dar una vuelta por aquí, dentro de un rato nos vemos. —Ellos solo asintieron y se fueron.
Ando por la plaza parándome en cada escaparate observando cada uno de los adornos que adornaban el lugar llenándolo de color. Me siento en un banco cercano observando el cielo estrellado, mirando cada una de aquellas  motas luminosas. Una de ellas bajó lentamente posándose en el suelo junto a un papelito. Me acerco y leo “Sarah”.
“Un momento, ese era el deseo de mi hermana” Pienso. “¿Acaso se le había caído de su bolsillo?”
Voy a cogerlo pero un fuerte viento se levanta llevándose el pequeño papelucho. Ando en su busca cuando veo que la pequeña mota luminosa se eleva siguiendo al papel. La sigo hasta llegar a un pequeño puente de madera que conduce al bosque.
Miro hacia atrás viendo las luces de la plaza cerca de aquí y decido seguir adelante. La oscuridad empieza a estar presente a medida que avanzo. Tan sólo puedo seguir a la débil luz que emanaba de la mota luminosa. Me paro en un claro en donde se hallaba centrado un gran abeto. Encuentro el papelito y lo sostengo mientras miro como la mota luminosa da vueltas alrededor del árbol. Segundos después, más motas se unieron a  ella adhiriéndose a las ramas como si fueran luces de Navidad.
—¡Meli! —Me doy la vuelta encontrándome con Izan —, te encontré.
—Hola, ¿qué haces aquí?
 —Se podría decir que el deseo de Sarah voló hasta aquí. —Le sonrío mientras vuelvo la vista hacia al árbol.
—Vaya, es…increíble. Ahora si que no envidio para nada a Sarah. —Me dijo situándose a mi lado.
—¿Qué quieres decir? —Lo miro sin comprender.
—Poder creer sin necesidad de ser un crío.


La mota luminosa seguía subiendo aumentando su brillo hasta llegar a lo más alto del árbol en donde se posó aumentando su tamaño como una gran estrella.
Dejé el papelito con el deseo de mi hermanita debajo del árbol pidiendo que se cumpliera lo que había pedido. Segundos después una fina nieve cayó sobre nosotros.
—Nieve. —Hacía años que no veía nevar y verlo junto con el precioso espectáculo navideño que estábamos presenciando era….mágico.
Izan  me cogió la mano y lo miré a los ojos. La nieve se arremolinó alrededor nuestro cuando nos besamos. Nuestro primer beso....Y en Nochebuena.
Sin luces de colores, tan sólo nosotros al lado de un árbol de estrellas bajo el suave manto y brillo de una magia navideña.
Las campanas de la plaza comenzaron a sonar dando las diez.
—Tenemos que irnos.
—Sí, vayamos. —Echamos la última mirada mientras volvemos a la plaza. Sarah acaba de bajarse del tren.
—Hola Sarah, ¿qué tal?
—Mal, he perdido el deseo. —Sarah empieza a buscarlo desesperada por el suelo.
—Sarah tranquila, ya he pedido tu deseo por ti. He ido a dárselo a un árbol muy especial…
—¿Y seguro que se cumplirá?
—Seguramente, bueno peque tenemos que irnos o llegaremos tarde a la cena —Inspiro profundamente antes de darme la vuelta encarando a Izan —. Bueno, ya nos veremos mañana —Le di un fuerte abrazo mientras Sarah nos miraba con aire pensativo.
Después de que Izan se fuera, me quedo observándolo hasta que lo pierdo de vista.
—¿Me he perdido algo —Salgo de mi ensimismamiento y cojo a Sarah de la mano.
—Uhmm... Puede.—Susurré mientras nos encaminábamos a casa.     




"La belleza de la magia natural es inconfundible y más si es vista en un día tan especial"



 Por Ivet Sarkis, escritora. Club literario "Vidas de Tinta y Papel".

"Bajo el muérdago". Por Radioactive Love. Especial Navidad


"Will se inclinó hacia ella. Olía levemente a algo verde e invernal, abeto o lima o ciprés. 
-Llevas bayas de muérdago en el cabello -comentó él, y su aliento le rozó la mejilla a Tessa-. Técnicamente, creo que significa que cualquiera te puede besar en cualquier momento. 
Ella lo miró con los ojos como platos. 
-¿Crees que es posible que lo intenten? 
Él le rozó la mejilla; llevaba guantes blancos de gamuza, pero ella los notó como si fuera su piel. 
-Mataría a cualquiera que lo hiciera. 
-Bien- repuso ella-. Sería la primera vez que no hicieras algo escandaloso por Navidad. 
Will se calló un momento y luego sonrió. con esa rara sonrisa suya que le iluminaba el rostro y le cambiaba totalmente.

Cazadores de sombras los orígenes: Princesa mecánica de Cassandra Clare.

Por Radioactive Love, lectora compulsiva. Club literario "Vidas de tinta y papel".

sábado, 21 de diciembre de 2013

En las montañas... Por P. F. Roche



En las montañas...

“¿Me cuentas una historia para dormir?” Le pidió ella mientras se acurrucaba a su lado frente a la chimenea, envueltos ambos en una manta de cuadros y sentados sobre la mullida alfombra.
“Claro... ¿De qué tipo?” preguntó él.
“Quiero un hermoso cuento de hadas que me haga tener bonitos sueños”
Y entonces él comenzó a narrar el relato de siempre, la leyenda que inventó para ella y que explicaba cada vez que la chica se lo pedía.

Había una vez un joven solitario que vivía en las montañas. La belleza del bosque y la magia de la naturaleza era lo único que conocía y aquello que colmaba su vida.
Tal era su amor por las montañas que él no podía imaginar que existiera nada más hermoso que la silueta de las cimas nevadas recortándose contra el horizonte, o el reflejo del sol en lasuperficie cristalina del lago helado, o los delicados copos de nieve cayendo sobre los pinos, convirtiéndose en látigos de escarcha entre sus ramas.
“No hay nada más bello que esto” pensaba, y creía estar en lo cierto.
Un día especialmente frío y oscuro el joven se perdió en algún lugar incierto del bosque. La luz era tan tenue que le fue imposible encontrar el camino de vuelta a casa, y finalmente la noche cayó.
Las noches eran peligrosas en las montañas y el joven tenía prohibido salir después del ocaso. Nunca antes lo había hecho, pero esa vez no había podido evitar perder la orientación y ahora se hallaba completamente solo y asustado. Aquel lugar ya no parecía su hogar. En la oscuridad ya no reconocía el luminoso bosque que tanto amaba y que se había convertido en un sitio peligroso y amenazador. El frío era intenso y pensó que moriría allí si no encontraba algún refugio.
Anduvo sobre la tierra congelada que crujía bajo sus botas, rodeado de niebla y envuelto en el vaho de su propio aliento, hasta que llegó a un claro donde la cúpula de vegetación era menos densa y las nubes se abrían permitiendo el paso de débiles rayos de luz.
El joven levantó entonces la vista al cielo y observó la magnificencia de la Luna, el brillo plateado de su superficie y la basta extensión de oscuro firmamento salpicado de pequeñas luces distantes.
Era lo más embriagador que había presenciado nunca.
De pronto se fijó en una figura agazapada en medio de ese claro. Parecía una persona, pero no pudo estar seguro hasta que no la vio ponerse en pie. Era una chica.
El joven se ocultó entre los árboles sin saber muy bien por qué. Quería observarla sin que ella se percatase de su presencia. Quería ver lo que hacía sin interferir...
La chica estaba recogiendo flores, o eso parecía. El joven no sabía qué tipo de flores podían crecer en aquel gélido clima, pero no cabía duda de que eso era lo que ella hacía.
La curiosidad lo empujó a acercarse más, siempre que permaneciera oculto, y durante mucho tiempo la observó en silencio, olvidando el frío y el miedo que tanto le habían angustiado.
Tan ensimismado estaba en la contemplación de la hermosa chica de las flores que no se percató cuando los primeros rayos del sol irrumpieron en el claro. En ese momento, la chica recogió todas sus flores y se marchó sin que él pudiera hacer nada por evitarlo.
Al día siguiente regresó al claro, esperando volver a verla, pero ella no apareció. Tampoco la vio al día siguiente, ni al otro...
Tan desesperado estaba por volver a ver la esa chica, que decidió hacer caso omiso de las advertencias y quedarse en el claro después del anochecer, deseando que bajo el amparo de la Luna, el objeto de sus deseos regresara. Y así fue... Por fin distinguió su figura en el límite del claro. Su corazón latió desbocado al comprender que no había sido un sueño, que no la había imaginado. La hermosa chica de las flores existía de verdad y superaba en belleza a cualquier cosa que él hubiese visto antes. Era incluso más bonita que el paisaje de sus adoradas montañas.
Sin embargo, tampoco esa vez se acercó a ella. Simplemente volvió a contemplarla en silencio hasta que ella se marchó, de nuevo con el alba.
Comprendió entonces que ella sólo aparecía de noche y, aunque debía incumplir la más estricta de sus normas para verla, durante meses continuó visitando el claro cada noche y esperando ver aparecer a la dulce chica de la que se había enamorado perdidamente, sin atreverse nunca a acercarse a hablarle.
Un día, mientras paseaba de día por el bosque, escuchó un ruido tras de sí, alertándole de que no estaba solo. Cuando se dio la vuelta, sintió que se le cortaba la respiración.
La chica de las flores, su amor, se encontraba frente a él. La luz del día bañaba su nívea piel y su cabello, tan claro que casi parecía blanco, y arrancaba destellos en sus ojos del color del cielo nocturno. Se perdió en esa mirada profunda y supo con certeza que ella le conocía, que le había estado observando y buscando, del mismo modo que él. No hicieron falta palabras para expresar un sentimiento que bien podían transmitirse con la mirada, un anhelo que ambos ansiaban...
En un instante se cubrió la distancia que los separaba, y el joven solitario se fundió con la chica de las flores en un beso tan tierno como apasionado, mientras que en el cielo, el Sol y la Luna se encontraban en un cósmico abrazo que dejó el bosque en penumbra.

“¿Y qué pasó después?” quiso saber la chica que había pedido el cuento.
“Que el eclipse terminó y tuvieron que separarse” respondió el narrador.
“¡No puede ser! En los cuentos de hadas el amor siempre triunfa” protestó ella.
“Pero el joven solitario y la chica de las flores eran de mundos diferentes. Su destino era estar separados.”
“Uno puede cambiar su destino” replicó entonces la chica con una sonrisa “Ellos pudieron crear un mundo para los dos, como hicimos nosotros”
“Tienes razón” concedió él, mirándola con adoración. Después continuó el relato.

Y con aquel beso de amor, el joven solitario y la chica de las flores crearon un mundo nuevo, sólo para ellos dos, en el que no importaba si era de noche o de día. Un mundo donde la belleza de las montañas era la misma vista bajo los rayos el Sol o bajo el brillo la Luna, y donde no existían normas que incumplir para poder estar juntos...

                                 Fin 


Por P. F. Roche, escritora y blog novela. Club literario "Vidas de Tinta y Papel".

"Nieve, hielo y escarcha"


Bienvenidos, lectores.
Os dejo a los tres ganadores de éste mes, y recuerdo que se aproxima la publicación "especial" de navidad. Con ello... Bueno, mejor sorpresa...

La decisión ha sido más dura que el mes anterior, pues el club literario ha contado con nuevos relatos, de escritores que han decidido publicar por primera vez, y escriben de maravilla.
Con esto pido que leáis todas las aportaciones de este pasado y frío 20 de diciembre. Os encantarán:




Primer puesto para...


¡P. F. Roche!

Esta autora se llevó el segundo puesto el mes pasado, y ya sé que repite podium, pero... leed el relato y comentáis.
Soy una egoísta, lo reconozco... ¡Yo quería un cuento de hadas inventado! Y el de este relato, para mi enfoque, ha sido tan encantador que ha cumplido sobradamente los objetivos del mes de diciembre.
Realmente, he vacilado, pero me ha sido imposible no darle el primer puesto.
¡Felicidades, querida Roche!



Segundo puesto para...


¡Merce Fearless!

La magia de las hadas que ha conseguido trasmitir esta jovencísima autora, deja con muy buen sabor de boca. Una leyenda fantasiosa en un entorno invernal secreto... Y... ¿qué niña no ha soñado alguna vez con tener un encuentro inesperado con las haditas de los bosques? Porque yo soy una de esas niñas que se enterraba entre los árboles, y que aún cree que podrá verlas...
¡Felicidades Merce!



Tercer puesto para...


¡Miguel Ares!

No existe esencialmente mucha alusión a la nieve, la escarcha... Pero este poeta se hace con el tercer premio porque las frases seleccionadas le han quedado perfectas (se salva...). Y, al fin y al cabo, describe algo que se siente en estas fechas.
El final... 
¡Felicidades !



Me gustaría saber lo que opináis, si está bien decidido o no. Todo, por favor.
Sin más, se acerca la navidad y con ella, he pensado en abrir una nueva sección para colaboradores. 
Podéis pensar que un sólo criterio no es suficiente para valorar vuestros textos, y ya lo digo yo... No lo es. Me parte el alma...
En esa sección podrán apuntarse al club gente que tenga tiempo y esté dispuesta a participar. Se ha dado el caso de gente que no tiene blog pero que le gustaría participar en el club. Pues bien, para casos como esos, crearé "Colaboradores". 
Me gustaría tener un poquitito de ayuda a la hora de crear los temas para cada mes, de organizar a los participantes, de leer sus textos, de anunciarlos, las entradas... En fin, hay mucho trabajo aunque no lo parezca.
Ya iré informando más, pero creo que estará bien :)

Se acerca la navidad, lectores, escritores, poetas...
¿Nos leemos?



martes, 26 de noviembre de 2013

Mis pinceladas, por Lena. J. Underworld


La luz reflejaba en la pared, surcando la habitación.

Sonreí. Era el día, mi día.

Darío continuaba durmiendo, agarrando la almohada con fuerza. Mi eterno tardón, el príncipe de los 10 minutos más tarde. La puntualidad nunca le había acompañado, pero le adoraba igualmente. Le besé con cuidado para no despertarle y me levanté.

Recorrí el pasillo del piso, esquivando pinceles, lienzos y caballetes. Observé con detenimiento todos y cada uno de los cuadros; permanecían silenciosos, esperando a que llegara el momento que tanto había esperado.

Por fin colgarían de paredes, las de una exposición de verdad. Mi exposición, mi sueño hecho realidad.

Cada vez que recordaba la emoción de la noticia unas mariposas aleteaban en mi estomago. Tras 2 semanas de intenso trabajo colocando carteles y entregando invitaciones a los transeúntes, mi esfuerzo había dado frutos.

Preparé un par de tazas de café con cuidado, mi cafetera solía darme algún que otro susto, pero no estaba dispuesta a que nada me estropease aquella mañana.

Me senté en el taburete y vi como Darío avanzaba a toda velocidad por el pasillo, con el pelo revuelto y la camisa desabrochada.

-¡Llego tarde! ¡Llego muy tarde!

-¿Y eso es una novedad cariño? - Sonreí mientras me llevaba la taza a la boca y aspiraba lentamente el intenso aroma.

Él comenzó a rebuscar en la mesa de la entrada mientras yo le miraba con curiosidad.

-¿Y las llaves?

-En tu bolsillo

-¿Mi cartera?

-Segundo cajón de tu mesilla.

Se acercó, mucho más aliviado.

-¿Qué haría yo sin ti?

-Ir al trabajo sin pantalones.

Ambos sonreímos, efectivamente sigue en ropa interior.

Tras una mañana sin parar de mirar todas mis obras llegó la tarde, y con ella, Andrea y Rober con su furgoneta amarilla.
Poco a poco entre los tres logramos cargar todos y cada uno de los cuadros en la que había sido nuestra adorada volkswagen amarilla. Tantos buenos recuerdos, recorriendo interminables carreteras secundarias, jugando a imaginar con los paisajes.

Cuando llegamos a la galería vimos como el señor Calatrava, el hombre que nos había cedido su local, esperaba impaciente frente a la puerta, con esa cara de perro viejo y su enorme abrigo de cuero marrón.

-Cuando me dijiste que llegarías a las 7, Clara, pensé que te referías a las 7 en punto, no media hora más tarde.

Sonreí agarrando las llaves que él me ofrecía.

-Relájese, solo son un par de minutitos.

Alberto Calatrava era el dueño de una pequeña galería de arte a las afueras, bajo, regordete y con muy malos humos, se había convertido en nuestra mejor opción: el precio no era elevado y el espacio perfecto para la exposición.

Poco a poco mis obras fueron llenando las vacías y blancuzcas paredes de la sala. 

-Daos prisa, en seguida vendrá la gente.-Les repetía cada pocos minutos.

La galería quedó repleta de color y pinceladas. Agotados pero satisfechos, nos quedamos esperando, con una sonrisa en los labios y el corazón en un puño, mirando a cada segundo la puerta, esperando a alguien.

Pero nadie aparecía...

Una, dos, tres horas. Mi emoción inicial fue rápidamente sustituida a medida que la tarde avanzaba y mi sueño se desquebrajaba en pequeños pedazos.

Andrea se acercó a mí, con la mejor de sus sonrisas.

-Seguro que no tardan en venir.

Pero no vino nadie. Les dije a ambos que se fueran a casa, que yo recogería y que Darío no tardaría en venir de trabajar. 

Finalmente me resigné y empecé a descolgarlos, pero había alguien en la puerta...

Me acerqué sin hacer ruido y vi como observaba con curiosidad una de mis últimas creaciones. Era un hombre alto y muy delgado, de cabello rubio, tan claro que parecía blanco. Su fino rostro me resultaba familiar, pero no recordaba donde lo había visto.

-¿Son suyos?

Asentí y me acerqué a él.

-Son buenos. Me gusta la técnica que hausado para el manchado de los bordes. Los diseños son frescos, hacía tiempo que no veía algo así.

Sonreí complacida, tratando de aparentar naturalidad, pero el color de mis mejillas aumentaba más y más.

-¿Cuánto por este?

Sin duda aquella pregunta me descolocó por completo, pero había ensayado lo suficiente en el espejo como para poder responderle sin titubear.

-¿Cuánto diría usted?

Alzó las cejas, suspiró y sacó una chequera de su chaqueta.

-Creo que es una buena oferta.

Mi cerebro se detuvo un par de segundos antes de asimilarlo, no la cantidad ofrecida, si no el nombre del dueño. Gabriel Salmerón, el que había sido mi modelo a seguir, mi inspiración y la razón por la que seguía pintando.

Él sonrió complacido y tras varios minutos de charla informal, me ofreció la mayor oferta de mi vida.

-Tengo en proyecto una nueva exposición y tú tienes todo lo necesario para lograr triunfar, Clara. ¿Cuento contigo?

Mi respuesta fue inmediata.

-Eso ni si quiera se pregunta.

Después de confirmar mi asistencia y ayudarle a cargar mi cuadro en su coche, me quedé frente a la puerta hasta que desapareció. Cuando lo hizo, comencé a dar saltos de alegría, chillando y riendo. Tenía que contárselo a alguien.

-¿Darío? Es el tercer mensaje que te dejo, ¿dónde estás? 

De pronto mi móvil empezó a sonar, no era mi novio, si no su hermana Anais.

-¿Clara? Menos mal que has cogido el teléfono, Darío esta en el hospital.

-¿¡Qué demonios ha pasado!? 

Anais tardó un par de segundos en responder, podía escuchar un enorme jaleo, coches, ambulancias...

-Tranquila, un coche le golpeó y perdió el conocimiento, ahora está en shock, pero está bien.

Me recompuse lo mas rápido que pude y corrí en busca de un taxi o un autobús que me llevara cuanto antes al hospital. Sabía que tanta alegría junta tendría algo malo detrás.

Me abrí paso hasta la habitación donde le había ingresado, esquivando con a toda velocidad camillas y enfermeras. Finalmente le vi, tumbado en la camilla, magullado, pero vivo.

Me lancé a sus brazos y le besé en los labios con toda la pasión y emoción que llevaba dentro.
Empecé a contarle todo lo ocurrido, la exposición, el pintor, el cheque...Pero el me puso los dedos en los labios y me dijo:

-Ya me lo contarás luego, ahora quiero 100 ml. de tu amor en vena...





Por Lena J. Underworld, escritora y blog Novela, Club Literario "Vidas de Tinta y Papel".

sábado, 23 de noviembre de 2013

Noviembre... Con el otoño

Bienvenidos a la inauguración de premios del club. 

Este primer día 20 de noviembre, han habido varios blogs participantes y entre todas sus aportaciones, han sido seleccionadas las tres ganadoras. ¿Queréis saber quiénes han ganado? 

¡Vamos!

Elegir entre los textos tan bonitos y las aportaciones... ha sido difícil, de ahí que el club seleccione 3 ganadores, en lugar de 1 sólo. Y...

Primer puesto para...


¡Lena. J. Underworld!

¿Por qué? "100ml de tu amor en vena", creo que ha sido lo definitivo.
Pero no sólo por eso nuestra escritora (también participa con dos blog novelas) se ha ganado la primera posición. Ha escrito de una manera amena, fácil, rápida, entretenida... Ha sido un texto bonito, manejable, encantador... Y lo mejor es que ha sabido expresar a la perfección eso de "comienzos". Así es... Su enfoque centrado en el comienzo de un sueño, "el sueño" de la protagonista, ha marcado la historia desde el principio hasta el final.
¡Felicidades, Lena!




Segundo puesto para...


"Ya está... Lo ha hecho. Comienza una nueva vida, en un nuevo lugar, con nuevas ilusiones y fuerzas renovadas. Y no importa cuantas veces caiga, porque sabe que volverá a levantarse". Leer entrada

¡P. F. Roche!
El comienzo de una nueva vida, en un nuevo lugar, dejar lo viejo atrás... en el camino... Comenzar con una nueva vida. Despegar y volar alto, alto... Ver las nubes a nuestra altura y creer en nuestros actos. Tomar nuevas decisiones...
Esta escritora y su forma de narrar te enganchan (a cualquiera de sus relatos. ¡Tiene una blog novela!). 
¡Felicidades, P. F. Roche!





Tercer puesto para...


¡Ivet Sarkis!

¡Aplausos, aplausos, y más aplausos!
La imaginación de esta autora me ha dejado sin palabras, de verdad. Los relojes de arena son unos de mis objetos "adorados", y... hay tanta aventura encerrada entre las líneas de su texto, que hace que no puedas abandonar la lectura. 
¡Relojes de arena! ¡El tiempo! Algo tan delicado... hay que saber apreciarlo...
¡Felicidades, Ivet!

Y a los demás, ¡gracias por participar! 
Si no perteneces al club y estás leyendo esto, ya que estás aquí, ¿por qué no te das una vuelta y visitas a los que participan? 
Ya veréis como os sorprendéis... :)


Princesa Solitaria